lunes, 26 de septiembre de 2011

Ser mujer y deportista tiene sus riesgos

Ser mujer tiene su intríngulis, pero ser mujer y además deportista tiene su intríngulis multiplicado por dos.

Por sus características fisiológicas y hormonales, la mujer deportista tiene unas peculiaridades que deben tenerse muy en cuenta a la hora de afrontar una planificación deportiva, en especial cuando hablamos de atletas de alto nivel o sometidas a intensos entrenamientos.

La mujer deportista está sujeta a una serie de riesgos que no padecen los deportistas del sexo masculino y que entrenadores y médicos deben prevenir con el fin preservar su salud y garantizar su rendimiento deportivo.

En concreto quiero hablar de lo que se denomina la Tríada de la Mujer Deportista. Y en este caso no me refiero a la grave lesión de rodilla.

La Tríada de la Mujer Deportista es un síndrome que afecta a mujeres jóvenes, en edad fértil, quienes a consecuencia de su especialidad deportiva están sometidas a dietas restrictivas con el fin de mantenerse delgadas o por tener un bajo porcentaje de grasa corporal.

Se define como la “interrelación entre disponibilidad energética, función menstrual y densidad mineral ósea que puede llegar a manifestarse con síntomas clínicos tan serios como trastornos de la conducta alimentaria (anorexia y bulimia), amenorrea funcional hipotalámica y osteoporosis”(1)

Debe quedar muy claro que la causa desencadenante de toda la problemática radica en la ingesta insuficiente de energía o calorías. Es decir, comer poco y mal.

Cuando el aporte calórico (energético) resulta insuficiente para soportar una elevada carga de entrenamiento y cubrir todas las necesidades del organismo, se desencadena una serie de desequilibrios hormonales que conllevan graves riesgos para la salud y, además, pueden poner en jaque el rendimiento deportivo.

Al no tener suficiente energía, el organismo femenino se adapta y se protege descendiendo los niveles de estrógenos, lo que provoca desarreglos menstruales que van desde ciclos irregulares a sangrados muy abundantes o muy escasos hasta la pérdida de la regla (amenorrea). En consecuencia, también disminuye la densidad mineral ósea. Los huesos se vuelven más frágiles y aumenta el riesgo de fracturas, muy concretamente las llamadas fracturas por estrés. También es muy frecuente la aparición de anemia ferropénica que provoca cansancio y perjudica el rendimiento.

Durante la pubertad, una restricción calórica excesiva puede suponer un desarrollo tardío y un retraso en la bajada de la primera regla (menarquia). Esta situación se da con frecuencia entre las gimnastas.

Las deportistas que corren más riesgo de sufrir el síndrome de la Tríada son las especialistas de deportes de fondo (mediofondistas, fondistas, maratonianas, triatletas…) o cuando existe una exigencia estético/deportiva para estar delgada, tal es el caso de las gimnastas, especialistas natación sincronizada, etc.

Uno de los principales riesgos que existen y más alarmante es que la obsesión de las chicas por tener un bajo peso corporal pueda desembocar en un trastorno de comportamiento alimentario, dígase anorexia o bulimia.

Por todo ello, hay que cuidar mucho la dieta de la mujer deportista y estar muy alerta de su estado de salud y emocional. Ante el menor síntoma de cansancio, debilidad, astenia… o ante un desarreglo menstrual debe consultarse con el médico y revisar al detalle su alimentación.

Es imprescindible que las chicas deportistas sigan una dieta equilibrada y, a la vez, muy variada y que, sobre todo, sea rica en hierro y calcio, dos minerales cuyas necesidades están aumentadas en las mujeres y en especial al estar sometidas a un mayor desgaste físico.

Bibliografía

(1) Grandjean A.C. Diets of elite athletes. Has the discipline of sports nutrition made an impact?
(2) Alimentación y Deporte. Javier Ibáñez Santos. Iciar Astiasarán Anchía
(3) The Olympic Book of Sport Medecine. Part 8. Female Athletes. Menstrual Function. Pag 321