jueves, 13 de julio de 2006

La pájara es necesaria si quieres triunfar


Pillar una pájara en un entrenamiento es algo muy habitual entre los velocistas. Aún lo es más entre los cuatrocentistas, corredores de mediofondo y fondo. Dicen que la palabra “pájara” proviene del argot de los ciclistas, quienes se
llevan la palma en este tipo de agotamiento. Por el contrario, nunca he escuchado que un futbolista sufriera una “pájara” en un entrenamiento.

Hay varios tipos de pájaras y las causas por las que aparecen varía en función del tipo de entrenamiento realizado.

La pájara más común y desagradable entre los velocistas es la que llega cuando se realiza un entrenamiento de resistencia láctica: es decir, la que obliga a trabajar los músculos con deuda de oxígeno (anaerobiosis). Por ejemplo, cuando se realizan series repetidas de entre 150 a 300 metros (o más) a un alta intensidad y recuperando entre 3 y 6 minutos.

Ante la falta de oxígeno, el organismo produce ácido láctico (lactato), sustancia que se acumula en el músculo y pasa a la sangre. Cuando la acumulación llega a un determinado límite, el malestar que siente el deportista, a causa de la intoxicación por lactato, es descomunal. Lo digo con conocimiento de causa.

¿Cuándo aparece? ¿Qué se siente?


A medida que avanza el entrenamiento, el atleta ya se va dando cuenta de que la “pájara” llegará. Sabes a ciencia cierta que te vas a sentir fatal. Y eso es terrible.

Tras cada serie te vas sintiendo paulatinamente más fatigado y lo normal es afrontar la última carrera ya un poco mareado y con dolor muscular. Un síntoma de que el lactato ha empezado a acumularse y de que la pájara ya está en camino.

El malestar se desencadena después de cruzar la línea de meta. No es instantáneo. Tarda varios segundos en aparecer, pero cuando llega no sabes qué hacer con tu cuerpo.

Se produce un intenso dolor muscular, principalmente en los glúteos. No puedes sostenerte en pie. Sólo piensas en tumbarte, pero aunque te tumbes no sabes cómo poner las piernas porque duelen un montón. Tu entrenador insiste en que no debes tumbarte, que necesitas andar, pero es imposible y le mandas a paseo. La impotencia es total. Paralelamente, te sientes mareado, con la boca pastosa… Sientes ganas de llorar…

Toda esta sintomatología puede durar muchos minutos y no es infrecuente que culmine con una vomitona. Aunque parezca extraño, muchas veces el hecho de vomitar hace que, de repente, te sientas mejor.

Horas después, ya recuperado, sigues sintiendo un peculiar dolor de cabeza y un profundo cansancio corporal. Los metabolitos de la pájara también aparecen en la orina, que se vuelve muy concentrada.

Yo he pillado un montón de pájaras. Son imprescindibles para lograr mantener la velocidad máxima en unos cien metros. La última fue hace un par de días, pero fue una pájara algo diferente a la descrita. En esta ocasión, fue fruto del cansancio acumulado por las competiciones y del fuerte calor reinante. Por motivos laborales y porque es la única hora en la que puedo coincidir con mi entrenador, me entreno a diario a la hora de comer cuando en verano cae un sol de justicia. Estos días, el termómetro asciende a diario por encima de los 30 grados. Anteayer, mientras estaba en la pista, el termómetro marcaba a la sombra 42 grados.

Finalizada la última serie, a velocidad máxima, me sentí mareada y tardé más de diez minutos en recuperarme. Pero no tengo otra opción que entrenarme a esa hora y si quiero lograr buenos resultados no hay más remedio que coger pájaras. Pero es lo normal y no hay nada extraordinario en ello.